Su Excelencia Rev. Mons. Rolando Álvarez Lagos, Administrador Apostólico de Estelí, meditó en su homilía que: “Cristo en la cruz realiza -podríamos afirmar- la gran boda en la nueva Caná, la nueva Caná de Galilea que es la cruz, donde Él se desposa con la humanidad, donde Él constituye a su Iglesia como su esposa que nace de su costado abierto, de donde emana la sangre del bautismo que nos ingerta en su familia, en la Iglesia, el agua del bautismo que nos ingerta en su familia, en la Iglesia y la sangre de la Eucaristía que nos alimenta y nos nutre”, dijo.

“ La Palabra evangélica de este día nos presenta la santificación del matrimonio, la presencia de Jesús en esta boda es la santificación que Él hace del amor humano entre un hombre y una mujer, nos presenta con su presencia en esta boda la santidad de la familia, la sacralidad de la familia, la familia que es sagrada, porque es también ella imagen y semejanza de la Santísima Trinidad que es una familia”

“Toda familia, nuestra familia son imagen y semejanza de la Familia Trinitaria y claro, también la presencia de Jesús en Caná de Galilea es un gesto profético de Él, porque nos está anunciando sus desposorios, sus desposorios con nosotros, con la humanidad”, sostuvo el eclesiástico.

 “Si en nuestras familias falta el vino de la alegría, si en nuestras familias se va acabando, hermanos, el vino del amor, el vino de aquella ilusión primera de cuando ustedes se casaron, si en nuestras familias, en sus matrimonios va entrando la rutina, el tedio, el cansancio, el aburrimiento, sí, digámoslo con claridad, por el otro, después de tantos años, después de uno y otro año que pueden ir causando esta eroción en el matrimonio y por lo tanto, luego reflejado en la familia, acudamos a Jesús, Él es la salvación de los matrimonios y de la familia”

Mons. Alvarez Lagos enfatizó que: “Sin Jesús es… prácticamente, imposible sostener la vida matrimonial y familiar. Invítenlo, invítenlo a su matrimonio, sean humildes. Digo: los casados, cuando tengan problemas de cualquier género, por muy grande que sea, sean humildes y acudan a Jesús”, exhortó.

“Inviten a Jesús, díganle a Jesús se me está terminando el vino por el amor a este hombre o se me ha terminado el vino del amor a esta mujer», díganle a Jesús con sinceridad «ya no tenemos el vino del amor, se nos ha ido como agua entre las manos, Señor, escucha a tu madre y transforma, vuelve a hacer el milagro aquí, el que hiciste en Caná de Galilea», invítenlo, póstrense ante Él”

“Les digo: sean humildes, en un gesto de gracia, en un arranque de misericordia por salvar el matrimonio, vayan, póstrense y pídanle a Jesús que vuelva a hacer el milagro de Caná en sus matrimonios y familias y, segurante, seguramente, Jesús, contando con su humildad, Él transformará el agua en vino y ustedes y nosotros también diremos «nos ha dejado para el final el vino mejor», animó el Administrador Apostólico de Esteli.

Ciclo de Epifanias

El Administrador Apostólico expresó  que “Continúan las manifestaciones del Señor, el ciclo de lo que llamaría  sus epifanías. Hemos recién contemplado al Señor manifestado en la pequeñez, fragilidad y debilidad de un niño; a Él se ha manifestado también en su pequeñez, en su debilidad de niño a los pastores, a los que los ángeles les anunciaron con el cántico de – Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor«. Llegaron guíados por la estrella de Belén los magos de Oriente a traerle oro para el Rey, incienso para Dios y mirra para el hombre, encontrando en aquel portal a un Dios hecho niño, hecho hombre como uno de nosotros, menos en el pecado”

Haciendo un recorrido por la liturgia  del domingo pasado  manifestó que “También el Señor se nos manifestaba en su pequeñez, en su sencillez, en su humildad, haciendo fila con los pecadores. Él, siendo el inocente, cargó sobre sus espaldas nuestros pecados y se sumergió en las aguas de los pecadores arrepentidos, se sumergió en las aguas de la humildad para que el Padre pudiera a su vez, manifestar su gloria cuando los cielos se abrieron, el Espíritu descendió sobre Él y una voz potente decía: – este es mi hijo amado, en quien encuentro mis complacencias- «, dijo.

“Y hoy, es este el episodio del inicio del ministerio público y Cristo lo hace estando invitado a una fiesta, a una boda en Caná de Galilea. El texto (para subrayar, diría yo está normalidad del Señor), dice que  -éste y sus discípulos también fueron invitados -“

“Nos hace pensar que no eran ellos los invitados por excelencia, nos hace pensar que no eran ellos los principales, ni los primeros invitados; ciertamente este –también fueron invitados-  (todavía más misterioso), se refiere a la invitación que recibió la Madre de Jesús, porque dice San Juan que: – «hubo una boda en Caná de Galilea, a la cual asistió la madre de Jesús, asistió la madre de Jesús...- entonces, incluso, también, pareceriera que el texto pone de relieve un poco más el acento en la presencia de la madre de Jesús”, sostuvo.

Lo importante es que ellos están ahí, está la Madre de Jesús, el Señor y sus discípulos

“Este Cristo, débil, frágil, pobre, sencillo, humilde y profundamente cercano a nosotros, un Cristo que se deja invitar a nuestras fiestas, un Cristo que se deja invitar a nuestras celebraciones, un Cristo que se deja invitar a nuestras casas, a nuestros hogares, a nuestras familias, no solamente a las de aquel tiempo, un Cristo que está dispuesto a entrar y compartir con nostros el pan de cada día, nuestros trabajos, nuestras penas y sufrimientos, nuestros dolores y esperanzas, nuestros afanes e ilusiones”

“Un Cristo que está dispuesto a sentarse con nosotros para escuchar nuestras preocupaciones, para dialogar y conversar con Él no de cosas extrañas a nuestra vida, sino de nuestra vida misma, sino de aquello que pensamos, que sentimos”, observó el Prelado.

“Y  así encontramos al Señor, diciéndole a Zaqueo  -baja, porque me hospedaré en tu casa» y Zaqueo lo recibió e invitó para estar con Jesús, pues a sus amigos que eran publicanos y pecadores, igual que él y, el Señor (lejos de afrentarse) entra, se sienta a la mesa y celebra con ellos, muy a pesar de las críticas, de los juicios que le hacen. Éste come con publicanos y pecadores”

“Un Cristo que se hace invitar por Simón, el fariseo y que lo sienta a la mesa, pues, con sus amigos, también fariseos y, el Señor comparte con ellos, comparte como amigos; un Cristo que estand

o en la casa de Simón, permite que llegue una mujer de la vida publica para bañarle los pies con sus lágrimas, secárselos con sus cabellos y perfumárselos, en un gesto profético de la muerte del Señor, cuyo cuerpo también iba a ser preparado por las mujeres de Jerusalén y siempre el Señor enfrentándose a la crítica, a la murmuración”, destacó.

En este sentido dijo que es “El Cristo que se hace el invitadizo y que sabemos todos llegaba a descansar a casa de una familia amiga de Él y no, porque las otras no fueran amadas por el Señor, pero… es esta normalidad de Jesús, este ser tan semejante a nosotros, que aunque amemos a muchos, amemos a los demás, seamos amigos de tantos”, animó.

Tiempo que recordó que “Indudablemente, todos tenemos amistades, tenemos hermanos, hermanas, tenemos lugares en los que… seguramente nos sentimos muy a gusto, pues el Señor, igual que nosotros. En Betania, Él se sentía (tenemos que decirlo), especialmente a gusto con sus amigos Lázaro, Martha y María; Martha que se afanaba para darle a Él lo mejor del hogar, lo mejor de la familia, de la casa y María que escuchaba a sus pies, atenta a su Palabra”, aseguró.

“Este es el Cristo cercano, este es el Cristo que continúa manifestándose como el Dios que no hace alarde de su categoría divina, sino que se acerca a nosotros, que Él quiere que nosotros le sintamos como uno, uno más de nosotros, es como si el Señor, a través de todo este tiempo, de toda esta palabra que hemos venido reflexionando durante semanas, quiere insistirnos, quiere decirnos: yo soy como ustedes, trátenme como a uno de ustedes, no me traten diferente, no busquen en las alturas a quién está entre ustedes», advirtió.

“Es como si el Señor nos estuviera insistiendo: Invítenme a sus casas, invítenme a sus celebraciones, invítenme a sus duelos, invítenme a sus dolores, a sus trabajos, yo quiero que ustedes me sientan como uno de ustedes».

Continuó explicando que es “Como si el Señor nos estuviera insistiendo por favor no me sientan extraño a ustedes, yo no soy un extraño a ustedes. Incluso, hermanos, yo me atrevería a decir que el Señor nos está diciendo: yo no soy más que ustedes, yo, simplemente soy el Hijo del Dios vivo que ha venido a manifestar el amor de Dios por ustedes, la gloria de Dios entre ustedes, ese es el que soy», externó.

“¡Ven! Es como cuando a una persona tal vez porque la miramos tan importante, la tratamos de tal manera que hasta la hacemos sentir extraña y aquella persona busca por todos los medios que nosotros le tratemos normal, porque desea, quiere sentirse como uno de nosotros, como uno de los nuestros”