Su Exc. Rev. Mons. Carlos Enrique Herrera, Obispo de la Diócesis de Jinotega, manifestó en su meditación de este VI domingo de Pascua que “Jesús también les  dice  a sus discípulos, ya en la Ultima Cena les hace ver como una despedida y les promete  la vida eterna. -Si me  aman, vendremos nosotros, el Padre y yo,   para posar en ustedes -, y ¿cómo está presente hoy Dios Padre y Dios hijo en nosotros?, a través del Espíritu Santo, Él a tomado posesión  desde nuestro Bautismo, en los diferentes Sacramentos, se nos hace actual en cada Eucaristía, esa presencia del Espíritu Santo, y es el único que nos puede dar esa paz, no la paz del mundo, que está llena de mentiras, de falsedades, sino, esa paz que solo Él la puede dar, cuando nos dejamos, , iluminar, cuando dejamos que tome posesión en nosotros, entonces, ese Espíritu es el que nos da serenidad, en medio de las pruebas, de las dificultades, de la persecución”

“Es el que toma, nuestras riendas, podemos decir, de nuestro sentimientos, de nuestras debilidades, de nuestros temores, es por eso que tenemos que invocar constantemente al Espíritu Santo para que venga en nuestra ayuda, nos ilumine, sea nuestro abogado, sea el que nos de qué tenemos que hacer en los momentos difícil en esta vida”

 

 

“La palabra de este domingo, está precedida por el Espíritu Santo, si hemos escuchado las tres lectura, en la primera, siempre ese gran acontecimiento que nos narra los Hechos de los Apóstoles, de esa comunidad cristiana que va creciendo cada día, pero también el demonio va poniendo sus trabas”

refiriéndose a las lecturas proclamadas explicó que “Los judíos querían imponer, a los conversos del paganismo, este rito de la circuncisión y otras cosas más, entonces se reúnen los Apóstoles ante ver esta situación para discernir e invocar al Espíritu Santo, y decidir cuál va a ser la  resolución, cuál va a ser el mandato para que los judíos puedan entender, que no se puede imponer leyes más de las que están y las que el Señor va enseñando,  en el Espíritu del amor, de la conversión, y así, pues, deciden enviar aquellos,  presbíteros para que con esa carta puedan  aclarar la situación e iluminarla”

 

La iglesia a través del tiempo va dejándose conducir por el Espíritu,

“Muchos sínodos, concilios, el primer Concilio de Jerusalén, que es una de las conclusiones que llegan a discernir, para nosotros el Concilio Vaticano II, fue un discernimiento, una acción del Espiritu para entender, abrir más las puertas también a los paganos, a los incrédulos y poder entender mejor,  la Palabra de Dios, como Jesús nos dice hoy  que es importante, a medida que el Señor nos va revelando nuestro compromiso será más grande”

“Ahora se nos ha dado todo, tenemos más compromiso de no solo escucharla con nuestros oídos, sino con el corazón; como dice Jesús:- El que guarda mis palabras y las pone en práctica es porque me ama, el que no me ama, no va a poder vivir esa palabra de Dios -, la intensión, ese amor al Señor” observó.

Entre esta realidad nos presenta la segunda lectura

“Esa ciudad nueva a la que nosotros tenemos que soñar,  la vida eterna, hoy recordamos a muchos hermanos difuntos, que ya han nos han precedido ante la presencia del Señor, ¿cómo es esa ciudad?, una ciudad luminosa, que ya no necesita de la energías naturales, es un lugar precioso, que tiene como revelación también, que está fundamentada en los apóstoles, en los 12”

En este sentido dijo que “Esto nos da seguridad a nosotros los católicos que defendemos que la iglesia está fundada en los apóstoles,  y que van dando esa iluminación, generando estos apóstoles con el tiempo, y entonces, es importante tener esa visión de un cielo nuevo, una tierra nueva, una nueva Jerusalén, esa iglesia triunfante que ya todos nuestros santos y beatos, ya están en esa presencia del Señor, en esa luz,  y que esperamos todos un día, si perseveramos, si le amamos al Señor, si cumplimos con su Palabra, estar junto al Señor resucitado, entonces no perder la esperanza de esa ciudad nueva, donde ya no habrá dolor, sufrimiento, injusticia, donde no habrá tiniebla, sino paz y gozo en el Espíritu”