El Obispo de la diócesis de Matagalpa Su Exc. Rev. Mons. Rolando J. Álvarez, manifestó en su homilía de este I Domingo de Adviento que “Hoy iniciamos un camino de esperanza, hay muchos que iniciaron camino de dolor y sufrimiento, hay muchos hermanos y hermanas que empiezan el camino de la migración, del exilio, pienso en ellos, en la angustiosa decisión tomada”,  tras agregar que:  “El tiempo de Adviento es un tiempo de profunda esperanza, porque Cristo viene a acompañar a su pueblo, al pobre, al que sufre. Desde el día en que Dios se hizo carne se inició la plenitud de los tiempos, se iniciaron los últimos tiempos, entonces esos signos que nos hablan de estos tiempos últimos nos llaman a la conversión, a volver la mirada y el corazón a la presencia del reino de Dios”, meditó.

“Es a este hijo del hombre al mesías, al hijo de Dios vivo, al Emmanuel, al Dios con nosotros, al Dios hecho niño, con los ojos abiertos a quien tenemos que contemplar y hacia quien tenemos que caminar y convertirnos, esa presencia de Dios que nace entre nosotros es nueva y liberadora”, expresó  el eclesiástico.

Tiempo de esperanza y liberación:

“El Adviento es un tiempo cargado de esperanza y liberación, muy significativo en estos momentos para los nicaragüenses, de esperar tiempos nuevos, mejores tiempos, es un tiempo de buscar los cielos nuevos y la tierra nueva que el Señor nos promete no sólo en su segunda venida sino desde ya al hacer las buenas obras. El Adviento nos levanta nos pone en pie y nos ayuda a pensar en un futuro que es ya presenta, porque las cosas gloriosas del reino del cielo son una fuerza interior que nos hace ponernos de pie y levantar la cabeza para seguir trabajando con nuestro granito de mostaza fortaleciendo la vida interior, la vida personal, para hacer una gran fraternidad entre nosotros, entre los de a pie, entre los de la calle, levantándonos entre nosotros y siendo buenos samaritanos”.

“Entre los nicaragüenses hemos de practicar con urgencia la espiritualidad del buen samaritano”, sostuvo el Prelado.

Adviento abre señales prodigiosas

Al referirse a las lecturas proclamadas dijo que “Ciertamente el texto del Evangelio que se nos ha proclamado, abre el adviento con señales prodigiosas en el sol, la luna y las estrellas, en la tierra y en la naciones; son señales que podrían hacernos pensar en una especie de cataclismo universal; sin embargo, este género literario que es el apocalíptico, así expresado de una forma portentosa, prodigiosa, lo que quiere es manifestar signos, signos que nos llamen la atención en los últimos tiempos en los que hemos entrado”.

El eclesiástico agregó que “Estamos viviendo los últimos tiempos, últimos tiempos que fueron inaugurados con la venida de nuestro Señor a la que nos preparamos en la celebración de la navidad, desde ese día en que Dios se hizo carne y nació entre nosotros, se inició la plenitud de los tiempos, se iniciaron los últimos tiempos y entonces, estos signos que nos hablan de estos tiempos últimos”.

En este sentido insistió que “Nos llaman, igualmente, a la conversión, nos llaman a volver nuestra mirada y nuestro corazón, no ha cataclismos universales de los que no está queriendo, necesariamente, hablar el Texto Evangélico, sino a la presencia del Hijo de Dios, porque, precisamente, inmediatamente después de expresarnos estos signos prodigiosos, el Evangelista nos llama la atención, quiere llamar nuestra mirada y nuestros corazón a lo importante y dice: –Entonces verán venir al hijo del hombre en una nube con gran poder y majestad, es a este hijo del hombre, al Mesías, al Hijo del Dios vivo, al Emmanuel, al Dios con nosotros, al Dios del pesebre, al Dios de Belén –“.

“Al Dios hecho niño, al Dios de los ojos abiertos, al Dios que se ha inclinado del cielo a quien tenemos que contemplar y hacia quien tenemos que caminar y a quien debemos de convertirnos”, añadió.

“Esta presencia de Dios que nace entre nosotros, es una presencia esperanzadora y liberadora. De ahí que el Evangelista continúa diciéndonos (escuchemos bien, hermanos y hermanas): cuando estas cosas comiencen a suceder pongan atención y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación

 

“El adviento es un tiempo cargado de esperanza y liberación  -levanten la cabeza-, el adviento es un tiempo cargado de esperar tiempos nuevos, mejores tiempos, el adviento es un tiempo cargado de buscar esos cielos nuevos y esa tierra nueva que el Señor nos promete, no solo en su segunda venida o cuando nos presentemos ante Él para ser juzgados por nuestras obras, sino también es una invitación a «levantar la cabeza», como dice San Lucas, a levantarnos, ponernos de pie, aún en medio de las aflicciones, de los sufrimientos, dolores, de los problemas, de los agobios, de un horizonte que pareciera se oscurece más que antes”, destacó el obispo.

 

En este orden manifestó que “El adviento nos levanta, nos sostiene en pie, amadísimos hermanos y hermanas, nos ayuda amadísimos jóvenes, a pensar en un futuro que es ya presente, porque las cosas de Dios, las cosas del reino de los cielos no son cuestiones únicamente para un mañana, sino también son una invitación, una alerta, una advertencia, una animación, una fuerza interior que nos hace ponernos de pie,  -levantar la cabeza -, dice el Evangelista y seguir trabajando, seguir trabajando con nuestro granito de mostaza, fortaleciendo nuestra vida interior, nuestra vida familiar, fortaleciendo lo que tantas veces les he dicho: una gran fraternidad solidaria, una gran solidaridad fraterna entre nosotros, entre el pueblo”, insistió.

Muchos hermanos que han iniciado el camino  de la migración

“Hoy iniciamos un camino de esperanza, hay muchos que han iniciado un camino de dolor y sufrimiento, muchos hermanos y hermanas, familias completas han iniciado su migración, su exilio, porque no encontraron en su tierra lo que por justicia les corresponde; pienso en ellos, en la angustiosa decisión tomada, partir solos o con toda la familia, en las razones que les obligaron a tomar esta decisión: la falta de trabajo, las deudas, ya no hay para el pan en la mesa, ya no hay justicia para ustedes y mientras emprenden el durísimo camino, teniendo durante el día como techo el sol inclemente, por las noches las estrellas, el frío que toca hasta los huesos, como lugar de descanso el duro suelo”, remarcó Mons. Álvarez Lagos.

“En su caminar se encuentran con la enfermedad, el hambre, con la persecución de personas que aprovechándose de ellos les extorsionan, les secuestran y tantas veces al no conseguir la recompensa buscada le quitan la vida, la que solo pertenece a Dios; si logran llegar a su destino, les tocará empezar nuevamente. Les pido hermanos migrantes y exiliados: háganlo todo en el nombre de Dios y vuelvan por esta vez la vista atrás para agradecer todas manos que se extendieron en su favor, porque sí las hay, para dar gracias por ellas, porque la bondad existe y es más poderosa que el mal”

“La Iglesia inicia un camino, lo hacemos con Santa María del Camino y San José; en ese camino, ellos van con ustedes, con nosotros, vamos buscando el lugar donde nacerá la esperanza de este mundo, donde nacerá el sol de justicia. Hermanos y hermanas no están solos, no van solos, también nosotros les acompañamos con nuestro cariño, nuestro amor y nuestras oraciones”, subrayó.

Mons. Alvarez Lagos agradece muestras de cariño con ocasión de su natalicio

“Quisiera agradecer con todo mi corazón a todos y cada uno de aquellos hermanos y hermanas que con cariño se han recordado de este servidor el día de mi cumpleaños. Sepan que en el momento en que estuve en la presencia del Señor y de Nuestra Señora de La Medalla Milagrosa, les encomendé a cada uno de ustedes, pidiéndole a la Virgen Santísima que tal y como ella nos lo prometió a través de Santa Catalina Labouré, derramaría sobre nosotros todas aquellas gracias que están contenidas en su corazón y que el mundo no le pide”, sostuvo.