Su Exc. Rev. Mons. Isidoro Mora Ortega, Obispo de la Diócesis de Siuna, exhortó en su mensaje de este domingo a reflexionar la Palabra proclamada con alguna interrogantes: “¿Cuánto le cuesta al hombre de hoy sus luchas  para alcanzar el poder?.. y luego lo hace creer que es mejor que los demás y que todos lo traten como rey, son los semidioses de la actualidad. Dirá Jesús: -¿Quién es el más importante?– , si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos, el servidor de todos-; por eso, aquí se dan dos realidades. Mientras Jesús  baja para servir,  esa fue la razón de su venida a este mundo, los Discípulos quieren subir y dominar.. por eso lo siguen, creyendo en poderes temporales, ellos piensan como hombres en ese momento. ¿Cuántos de nosotros tenemos esos pensamientos? Interpeló.

Mons. Mora expresó  que la Liturgia de la Palabra “Nos recuerda como los seres humanos nos volvemos alérgicos a las cosas pequeñas y nos dominan los sueños de grandeza y nos hace olvidar que el éxito o más bien, que el éxito y la grandeza humana no son parte del proyecto de Dios, más bien nos separan de Él y de los hermanos, olvidando que los grandes son los que gastan su vida en el servicio. Nos dirá el Evangelio –Si alguien quiere ser el primero o el más importante que sea el último de todos, el servidor de todos-”, manifestó.

“Esta idea no tiene lugar en el corazón de los hombres que aspiran a mucho, incluso, sin medida, familias que tienen en abundancia amasan enormes riquezas y familias que viven extrema pobreza, es decir, no tienen mucho para vivir”

“En este caso, ser sencillo, ser humildes, ser pobres es sinónimo de flaqueza, de fragilidad, de excluido; incluso, alguno puede decir: este es un maldito porque Dios no lo bendice con bienes y a mí, Dios me ha bendecido, sin saber que mucho de lo que tiene no ha sido por ganas o por sanas ganancias; sin embargo, solo los sencillos, los pobres, los humildes, escuchan la voz del Señor y saben que sus palabras salen de su corazón y ellos se fían de Él que jamás los abandona en el dolor, en la miseria, en la pobreza”, meditó el obispo de Siuna.

“Cuando Jesús comunica a sus discípulos que debe ir a Jerusalén, está demostrando que a Él no lo condiciona ni el poder, ni la riqueza. Él hará el mayor acto de ofrecimiento y con ello, los está demostrando o no está demostrando debilidad, al contrario, demuestra su poder, su amor por todos, de manera especial, por aquellos que los volvió sordos y ciegos el poder temporal y, hoy solo causan dolor al pueblo, al que se deben, es decir, a sus hermanos”, destacó el Prelado.

“Jesús con su entrega, no condena a los poderosos de este mundo, a los que están aferrados a lo temporal; más bien, los invita a salir de esa vida vacía en la que viven; porque la razón de ser grande, no radica en el puesto que se tenga, que inflama, que embrutece; sino en el servir bien a los demás, velar por ellos, velar por los más pobres que son un 80% en cada pueblo; por eso, dirá Jesús: -No he venido para que me sirvan, sino para servir-“.

“Hay muchos que no duermen, hasta hacen zancadía por quitar al que  va adelante, por ubicarse en el puesto de él como aquel que dice –quítate tú, para ponerme yo-.  Así va siempre la historia humana, el que llega a un puesto no solo él quiere ser eterno, sino que ya piensa en ubicar a alguien de su propia familia y, luego se convierten en vacas sagradas, es decir, los intocables, los perfectos, los dueños, los señores de este mundo”, sostuvo el Jerarca de Siuna.

Mons. Mora Ortega animó a la feligresía a “Pedir al Señor que nos ayude a que su palabra penetre en nuestros corazones y que cada día vayamos descubriendo su ternura, su amor, para lo que Él viene. La verdadera riqueza radica en el corazón no en los bienes, esos nos vuelven fríos y vacíos, las cosas no son para que nos dominen, sino para servir a los demás, que aprendamos a ser sencillos y humildes”, expresó.

“En esta vida, nada más somos administradores de los bienes; pero que además hay muchos que no son buenos administradores, a ellos debemos de darle una mano por siempre, porque son nuestros hermanos y van a necesitar de nuestra ayuda. Jesús dio la vida para salvarnos, nosotros no podremos salvar a nadie, Jesús ya lo hizo; pero si podremos ayudarles a salvar su vida, a sacarlos de la pobreza, del dolor, del abandono. Hace falta que Dios toque nuestros corazones y que nosotros nos dejemos seducir por su amor”.

El eclesiástico invitó a reflexionar “No solamente para ver el error ajeno, sino, sobre todo para ver qué es lo que tenemos nosotros en el corazón, si sentimos dolor, si sentimos lástima, si sentimos el deseo de darle la mano a aquel que lo necesita”, meditó.

“Oramos  por quienes nos gobiernan, para que en todo momento asistan con amor y respeto al pueblo, a quien se debe, administrando bien los bienes de este pueblo, además de eso, es el día importante para orar por aquellos que tuvieron que emigrar porque ya no tienen lo elemental para vivir dignamente, son ellos también, nuestros hermanos, a quienes recordamos de manera especial en estas fechas patrias, que en vez de alegría nos da más tristeza, porque además de eso se propaga la pandemia en este pueblo tan sufrido y tan pobre; por eso, hoy, unámonos en oración, porque solo así seremos fuertes, Dios jamás desampara a sus hijos en la tribulación”, enfatizó.