Su Exc.Reverendisima Mons. Francisco Tigerino, obispo de la Diócesis de Bluefields, observó en su homilía de este domingo  que “No es el enfermo quien le pide a Jesús la sanación, y aquí está la importancia de la oración de intercesión, que intercedamos unos por otros. El sacerdote interceder por el pueblo  y es también nuestra tarea interceder por aquellos que se nos ha encomendado, pensemos en nuestras familias, en nuestros padres, los que tienen hijos, en sus hijos, en los hermanos, en los tíos, en los abuelos, pedimos para que todos lleguemos a descubrir esta presencia de Dios en medio de ellos, y también en nuestros centros de trabajo”, menciono.

“Pidamos al  Señor que esta sordera para que podamos anunciar la buena nueva de salvación a todos aquellos que  no tienen esperanza, para que todos descubramos la presencia de un Dios que está cerca de nosotros, que camina con nosotros, que nos levanta cuando nos caemos y que está dispuesto a sanar nuestros corazón”, animó.

“Y en esta realidad que probablemente a todos nos a tocado en un momento de nuestra vida, que el profeta o Dios escribe a traveś del profeta: –Ánimo, no teman, ya viene nuestro Dios para salvarnos-. Y empiezan a reflejar ciertas cosas que podrían parecer simplemente comparaciones: – entonces los ojos de los ciegos se alumbrarán, los oídos de los sordos se abrirán, la boca del mudo cantará-. Nos lleva a establecer comparaciones; pero hay algo mucho más profundo que una simple comparación, porque cuando estamos en esta situación de tormentas o de vértigo que sentimos que todo se nos mueve. Vemos; pero no alcanzamos a ver lo que el Señor nos está tratando de enseñar”, manifestó.

Entonces estamos en un proceso como que en la comparación de San Pablo, como que se nos ha puesto un velo en frente de nosotros y somos incapaces de ver , también ocurre en la vida espiritual no es solamente una frase por decirla, y si se fijan lo remarca esto en el evangelio: – brotarán aguas en el desierto y correrán torrentes en la estepa el se convertirá en estanque-«

“Lo llevaron, entonces, a un hombre sordo y tartamudo, si era tartamudo quería decir que en algún momento escuchó algo, porque uno aprende a hablar escuchando, quiere decir que en algún momento de su vida ese hombre había escuchado algo, no había nacido completamente sordo y esto es importante porque, insisto en esto, en la vida espiritual poco a poco podemos ir cerrando nuestros oídos a la palabra de Dios de tal manera que creemos que estamos oyendo; pero en realidad no”, meditó.

 

“Esta es nuestra tarea como bautizados constamente le suplicamos al Señor para que, destapados nuestros oídos podamos escucharlo a través de su Palabra y hay que escucharlo a hacer su voluntad hace oir a los sordos y hablar a los mudos”