Su Exc. Rev. Mons. Rolando Álvarez Lagos, Administrador Apostólico de Estelí interpeló a los fieles católicos y a aquellos no católicos: ¿Qué frutos entregará Nicaragua al Señor? ¿Estamos cuidando de los más frágiles de la sociedad?, durante la celebración Eucarística del III domingo de Cuaresma realizada en la Iglesia catedral Nuestra Señora del Rosario de esa ciudad.

 

“¿Qué frutos encontrará en Nicaragua, el Señor?, ¿Estamos cuidando de los más frágiles de nuestra sociedad, de nuestro pueblo, los rostros sufrientes, desprotegidos y angustiados?, son personas de carne y hueso que tienen su vida, su historia y especialmente su fragilidad, son los que el evangelio nos invita a defender, a cuidar y a servir”

En este sentido el Prelado manifestó que “Debemos trabajar  por la dignidad de nuestros hermanos, pensemos en las condiciones de las cárceles y de los privados de libertad; pensemos en los sin techo, en los sin trabajo, en los sin comida, ¿Qué hacemos por ellos? Interpeló el el eclesiástico.

“Y nuestros hermanos escondidos, exiliados, peregrinos que buscan nuevas y mejores formas de vida, y encuentran la violencia, el secuestro, la muerte, que también vengan a nuestros pensamientos, los hermanos  y familias que han enfermado con la pandemia, las secuelas, las deudas adquiridas por buscar la salud, y los que lloran las pérdidas de nuestros seres amados, nuestras oraciones y nuestros servicios deben estar disponibles a ellos, nuestros vienen materiales compartidos con ellos, es la gran solidaridad entre todos los nicaragüenses, católicos y no católicos, creyentes y no creyentes, agnósticos y escépticos, unos y otros, basta la sensibilidad ante el dolor del hermano y la buena voluntad”

 

“La iglesia renueva hoy su fuerte llamamiento para que se defienda siempre la dignidad y la centralidad de toda persona, en el respeto  de los derechos fundamentales, como destaca su doctrina social, y pide que los derechos se extiendan realmente ahí, donde no se les reconoce”, manifestó el Administrador Apostólico de Estelí.

“Nos has dejado un año más, ¿Acaso hemos dado buenos frutos, Señor?, todos somos invitados a hacernos cargo los unos de los otros, echémonos al hombro a  nuestros hermanos, echémonos al hombro la patria, como nos invita el Papa, estamos llamados a dar frutos de fraternidad, paz, justicia, libertar; la verdadera fuerza del cristiano es la fraternidad, es la fuerza de la verdad y del amor, que comporta renunciar a toda violencia”

 

Mons. Álvarez Lagos, enfatizó que “Fe y violencia son incompatibles, fe y violencia son incompatibles, en cambio, fe y fortaleza van juntas, el cristiano no es violento; pero es fuerte, ¿con qué fortaleza?, la de la mansedumbre, la fuerza de la mansedumbre, la fuerza del amor que es invencible, la justicia que consiste, en la constante y firme voluntad, de dar a Dios y al prójimo, lo que les es debido”

“De ahí que los derechos humanos, no son dádivas, o regalos de los estados, son en primer lugar derechos divinos que deben ser respetados, la justicia es reconocer al otro como persona, y no como objeto, con derechos fundamentales e inalienables, ¿qué podemos hacer nosotros por la paz en el mundo, en nuestra Nicaragua?, como decía el Papa Juan XXIII,  a todos corresponde la tarea de establecer un nuevos sistema de relaciones de convivencia basadas en la justicia y en el amor”

“Que una cadena de compromisos por la paz, una a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, la paz es un bien que supera cualquier barrera porque es un bien de toda la humanidad, aportemos cada uno nuestra granito de mostaza, demos un fruto de paz, de justicia, de libertad, de tolerancia, de perdón; frutos, donde cada miembro de la sociedad, según su vocación, pueda buscar la verdad”, manifestó  el obispo.

“Que Dios bendiga a Nicaragua, y a cada nicaragüense con una cosecha abundante de buenos frutos. Que Dios, por la intercesión de Sor María Romero, de Fray Odorico de Andrea y Monseñor Madrigal intercedan por nosotros, para juntos, encontrar los caminos de la justicia, la paz y la fraternidad”,

 

Misericordia con conversión las  dos vivencias y experiencias a las que el Señor nos llama este día

“Dios es el dueño de la viña, Jesús es el viñador, y la higuera somos cada uno de nosotros; Dios Padre busca en nosotros, frutos de conversión y de santidad, de amor, de justicia y de paz, de perdón y de fraternidad; pero el texto nos indica una experiencia que seguramente vivimos cada uno de nosotros y la vivimos, como cuando al inicio de esta Cuaresma, el Miércoles de Ceniza, hicimos nuestras propias promesas de cambio y conversión en nuestra vida”, sostuvo el obispo.

Añadiendo que “Advertidos por el Señor que tendríamos tentaciones, que querrían desvirtuarnos y desviarnos de nuestros buenos propósitos, con la intensión del demonio de decepcionarnos de nosotros mismos, de pensar que tanto esfuerzo no valdría la pena; y aún animados por el Señor en el II domingo de Cuaresma, cuando nos presentó su transfiguración para decirnos que el final de la cruz, que el final de nuestras penitencias, de nuestras mortificaciones y ofrecimientos a Él, es siempre la gloria de la resurrección, la conversión se nos hace en tantas ocasiones, un poco difícil, de hecho la conversión”

“Es un camino de todos los días, ninguno de nosotros podría decir: yo, ya me convertí, yo ya estoy convertido; porque somos pecadores, porque nadie puede tirar la primera piedra, porque todos, diariamente, diariamente, desde que nos levantamos, desde el amanecer hasta el anochecer, hasta el anochecer, en los vaivenes de la vida, en las fatigas, en la idas y venidas”, detalló

Igualmente, manifestó que “En el trabajo, en el estudio, en nuestras relaciones familiares, interpersonales, en nuestras relaciones con nuestros hermanos de comunidad, de camino, vamos muchas veces, tropezando, y pareciera que como retrocediendo, cuando volvemos a caer en aquel pecado, en aquella falla, en aquel error, en aquel vicio, en aquella dificultad, con la que tanto hemos luchado, o con la que tanto luchamos”.

 Dios bueno y misericordioso

No obstante, observó que “Dios es bueno y misericordioso siempre nos espera, la misericordia de Dios es más rápida que nuestra conversión, su misericordia es más rápida  que nuestra arrepentimiento; cuando nosotros, indudablemente, bajo la acción y la gracia del divino espíritu, reconocemos nuestros pecados, nos sentimos adoloridos espiritualmente, moralmente, de haberle fallado una vez más al Señor, cuando el Espíritu suscita en nosotros el convencernos de las obras del mundo, de las obras de la carne, de las obras del pecado, ya Dios como el Padre de la parábola, está esperándonos con los brazos y el corazón abierto”

 

Siempre recordemos que su misericordia es primero

“Recordemos que su misericordia va delante de nosotros, y su misericordia es más rápida que nuestra propia penitencia y arrepentimiento,  y precisamente, llamados por la misericordia de Dios y seducidos por este amor del Señor por nosotros, es que Él nos invita constantemente a la conversión, a dar frutos en abundancia, invitación que nos nace del miedo a Dios. Invitación que no nace del miedo a Dios, porque a Dios no le tenemos miedo, Él es siempre bueno con nosotros, de Dios siempre esperaremos lo mejor para nuestras vida, lo mejor, siempre Él nos deparará, nos dará las misericordias eternas de su corazón amante y amoroso por cada uno de sus hijos”, aseguró.

Invitados por esa misericordia, no cesa Él de llamarnos a la conversión,

“También, podría suceder que nos atrasemos en la conversión, que vayamos aplazando esa intensidad, esa perseverancia, esa insistencia  en nuestra conversión, que el Señor nos pide, nos invita, y podríamos ir dejando, siempre para mañana lo que podemos hacer hoy, y es ahí, cuando podríamos entonces, si, ser esta higuera, esta higuera a la que nuestros Dios, busca y mira, y descubre que no ha producido esos frutos necesarios”. Advirtió el eclesiástico.

“No digo ni siquiera los esperados, porque Dios siempre nos espera, pero los justos y necesarios del camino de un creyente, del camino de un cristiano, de un hombre, de una mujer, que somos amigos de la palabra, que nos dejamos interpelar por la Palabra, que vivimos nuestra fe cristiana en los sacramentos, y en la comunidad”

Tenemos un acusador pero también un Defensor Sumo y Eterno que habla bien de nosotros

Sobre el particular manifestó que  “Cuando entonces, esa higuera, cuando entonces nuestra vida no está produciendo el fruto de la conversión justa y necesaria, el Señor Jesús, que es el viñador, intercede por nosotros ante el Padre:  –déjala, un año más, Señor, déjala todavía este año, voy a aflojar la tierra alrededor y echarle abono para ver si da frutos-, Jesús el gran intercesor, Jesús el Sumo y Eterno Sacerdote que pide al Padre por nosotros, si el  Apocalipsis nos recuerda que tenemos un acusador, el maligno,  que nos acusa día y noche ante nuestro Dios, enrostrando nuestro pecado, hablándole de nuestro pecado, queriendo hacernos quedar mal ante nuestro Dios, por nuestros pecados#

“Tenemos un defensor, tenemos un paráclito, sumo y eterno que ha vencido esas fuerzas del maligno, esas fuerzas acusadores, y que esta ante nuestro Dios día y noche hablándole bien de nosotros, suplicándole por nosotros, intercediendo por cada uno de nosotros, en medio de este camino cuaresmal es un llamado insistente, un nuevo llamado, amoroso, misericordioso, que el Señor nos hace para retomar nuestros propósitos, buenos, de cambio, de conversión, frutos de justicia, santidad,  de verdad, fraternidad, de perdón de amor de ir al encuentro del otro, de hacer que caigan los muros que nos separan”

El Papa Francisco, comentando este texto, esta parábola, dice una expresión que pienso, es muy fuerte, y dice que  -El tiempo de la conversión, no es ilimitado, que tiene un límite-; pero amadísimos hermanos, y hermanas, el tiempo de la conversión tiene un límite no porque Dios tenga límites en su amor, porque su amor es eterno, y siempre nos esperará, y siempre nos seducirá y siempre nos invitará; es limitado porque ¿Quién de nosotros, podríamos decir, que estamos seguros de encontrarnos aquí en este mundo, en esta tierra, el próximo año, la próxima Cuaresma ?, ¿Quién de nosotros podría decir eso ?, si esta misma noche, si en cualquier momento podemos ser llamados a la presencia de Dios, por eso es que el tiempo de la conversión nos es ilimitado, tiene un límite, el límite de nuestra propia fragilidad, de nuestra propia vida, de nuestra propia vida, que un día, como el atardecer, también debe de presentarse como justo y misericordioso juez”

“Pidámosle al Señor que siga  hablando bien de nosotros ante el Padre, y pidámosle al Padre que siga siendo tan bueno, tan tierno y misericordioso, que siga llamándonos con esa ternura y cariño de un papá bueno, a la conversión y a dar frutos, y frutos en abundancia, y nosotros, con ánimo renovado, sin sentirnos desesperados o decepcionados de nuestras propias fragilidades, retomemos con alegría, este camino cuaresmal, este camino de conversión, este camino de una vida auténticamente nueva”